¿Por qué no valen la abstención, el voto en blanco o el voto nulo?

En teoría, el voto en blanco debería permitirnos deslegitimar el Régimen. Pero no está funcionando. ¿Por qué?

En parte puede ser porque, al no tener consecuencias electorales (en escaños vacíos), le falta contundencia.
Además hay mucha desinformación entre la ciudadanía sobre el voto en blanco, dándose el caso de que hay personas que lo utilizan sin rechazar realmente el Sistema político, cuando no tienen un partido que les atraiga los suficiente.
Y también lo pueden utilizar personas que rechacen el Sistema, pero que no quieran una democracia.

Es decir, que no podemos asignar a ciencia cierta un motivo claro al voto en blanco.

Esa indefinición anula parcialmente su valor como medio para reivindicar un fin concreto, en nuestro caso, la deslegitimación del Régimen por antidemocrático.

¿Y el voto nulo?

Aunque el voto nulo tiene un carácter más antisistema, viene a ocurrir más o menos lo mismo: no es lo suficientemente explícito (es difícil asignarle una reivindicación concreta), ni contundente (tampoco genera escaños vacíos).

¿Y la abstención?

Lo mismo, pero peor, porque gran parte de la abstención es pasiva y consentidora del Sistema.
Y la experiencia ya ha demostrado, también en nuestro país, que grandes niveles de abstención (incluso superiores al 50%) no están sirviendo para deslegitimar nada.

Desgraciadamente, parece casi seguro que, para deslegitimar el Régimen, hace falta una opción mucho más clara y contundente que el voto en blanco, el nulo o la abstención.
Una opción que además provenga de una ciudadanía consciente de lo que hay y que transmita una intención clara de actuar para cambiar las cosas. De una ciudadanía capaz de construir una sociedad diferente.

Esta propuesta pretende cubrir esta necesidad.